Mi suerte empeoró. Me ofrecieron un trabajo, viajé hasta Medellín, trabajé allá dos días, más otros cinco días de preparación... Ni siquiera me pagaron los viáticos y luego me he enterado, por terceras personas, que el proyecto se canceló por cuestiones "ajenas a la voluntad de todos".
Luego me llaman a otro trabajo, me piden que diga la cifra de costo por mi participación. Consulté entre colegas los promedios de esos honorarios y así pedí para mí. Realicé los pagos necesarios de aportes sociales, que significaron una inversión considerable, pero necesaria para poder acceder a un trabajo en este país. No obstante, la respuesta fue inmediata: NO. No me dieron el trabajo que ya parecía mío.
¿Que había hecho para merecer esto? ... El lunes, cuando me disponía a preparar el trabajo de campo y experimentar con los primeros agüeros, encontré en el suelo, junto a una silla del parque público, una moneda de cien pesos que tenía la cara boca abajo. Temeraria, la recogí y la guardé en mi bolso, lugar a donde van a parar muchos de los amuletos relacionados con las finanzas domésticas.
Al volver a casa, después de revisar mis apuntes y par de libros (en Internet es muy poco y muy contradictorio y sospechoso lo que se encuentra al respecto), entendí que, según la agorería, el encontrarse una moneda con la cara boca abajo (es decir, sello - o el lado que tiene el número- boca arriba) es mal presagio relacionado con la economía personal. Igualmente, se supone que el presagio se puede revertir regalando la moneda, lo cual no sería mi caso, porque este caso coincide muy bien con el trabajo de campo. Si por el contrario, la moneda tiene la cara boca arriba, se dice que es un buen presagio.
Hoy, cuatro días después de encontrada la moneda, me informaron que no me daban el trabajo que ya daba por hecho. ¿Tendrán algo que ver los cien pesos boca abajo? Demos varios días más al pequeño pero peligroso experimento que reposa aún en el bolsillo más pequeño y secreto de mi bolso.
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